El equipo de Siberia no es un mal equipo; defienden en catenaccio y aprietan mordientes arriba por las bandas. Los pases de la muerte extraviados y la falta de acierto ante los palos les hace perder la paciencia varias veces y se enmarañan y enojan, y mandan su juego combinativo a los vestuarios de Segunda B, donde la táctica se da una ducha fría de noventa minutos.
Al CD Siberia le anulan tantos, malogra esféricos en la elipse del área y rebota los córner hacia el lado contrario mientras se aferra a una técnica ardiendo. No es muy afortunado pero tiene calidad frozen, de las de cuatro estrellas que evitan la escarcha, y una entrevista plana de ojos sinceros y síes/noes que obliga a inventarse los tópicos futbolísticos con esmero bravú.
Al once de Setiénoff le dijeron que si se esforzaba mucho, y con el apoyo del bimilenarismo urbano -"y urbanizable, porque esto, señorita, sigue siendo suelo rural"-, conseguiría la gesta heróica de subir de escalafón en la Liga de Equipos del Soviet Galaico. Ante la noticia, fue tal el reprís que incluso consiguió ilusionar a la afición en un día caluroso que no se esperaba nadie y 200 rojiblancos acabaron bañándose en una fuente de glorieta enorme en la que casi nunca corre agua.
La hazaña, si conseguida, reportaría constantes ingresos, la fama, más clientelismo que esconder con nuevas infraestructuras, la localización en el mapa, puede que un intercambiador de ferrocarril, una máquina del tiempo para hacer el próximo Arde Lucus REAL y, cómo no, el respeto pródigo del resto de clubes soviéticos.
Nada que no hubiera podido conseguirse solo, por otra parte, con un poco de ganas y algo de orgullo milimetrado. Cierto ánimo, alegría, algo de salto al vacío y otro poco de sentido del ridículo. Y buena gestión. Y seriedad. Y valor. Y muchas más cosas con Y.
Pero las esperanzas estaban puestas en el CD Siberia; vehículo hacia la gloria y desfibrilador de la autoestima más congelada. Veintidós piernas, abductores, meniscos, hombros e isqueotibiales sobre los que descansar la responsabilidad propia disfrazada de balompié institucional.
Hay que estar ahora con las rodillas de esos meniscos para que no se doblen y acariciar despacito las veintidós sienes con un arrullo tranquilo que les bloquee los hipidos y les regatee las culpas.
Y para decirles, escrito en las paredes romanas al tipo 'Machetos de Dios', que estuvo bien intentarlo, que nos llenaron de ganas y ánimo por el ascenso y que la niebla rojiblanca nunca puso la estepa amurallada tan bonita, pese á idade.
Que fixéronos cantar e berrar nos bares, nas rúas e no Anxo Carro, ho, na fala tosca e pechada nosa, movéndonos, por fin, un pouco, o corazonciño local.
Y que se les quiere, ya solo por eso.