jueves, 1 de septiembre de 2011

Catarros permanentes

La gente es imbécil. Eso es algo que todos hemos acabado intuyendo alguna vez. Lo intuimos porque no queremos creerlo a pies juntillas; al fin y al cabo nosotros también somos gente. Pero eso no importa. Tampoco el saber que, una a una, las personas son muy diferentes y existen vidas que gustan a todos los colores. Es lo de menos. Militar en la pluralidad y el respeto al otro corta el rollo, resta gracia porque desanima, obliga a pensar, hacer autocrítica y leer periódicos. Esto último desanima a cualquiera.
El público es un gran hijo de puta”; el público también es gente, también masa, también suma de individualidades que se esconden tras un solo rostro común, deformado y difuso. Todos unos idiotas. Wilde lo confirmó con su nombre salvaje.

La gente piensa que tener veinte o treinta años es envidiable, porque estás en la cima del mundo, o en la cima equidistante de tu vida que, para el caso, sigue siendo el mundo conocido de cualquiera; también que los guapos son más felices y que las parejas casadas se quieren más.

Existe un fenómeno simpático, emparentado con los ríos y sus caudales sonoros, que asegura que “cuando mucha gente lo dice es porque es verdad”. Por ejemplo, mucha gente sabe, de primera mano- de buena fuente, que la chica esa del cuarto izquierda, -Tania, la dulcísima Tania- es una fresca. No hay más que verla. La Gente, por más que me pierda ritmo, es muy inclemente, y la ha visto sonreir, pizpireta y despreocupada a la vuelta de la compra, y subirse a doce coches diferentes en una misma semana sin una pizca de pundonor, “¡que ya está bien!”.
Fastidia que sea guapa y pueda ponerse lo que quiera. También que la vengan a buscar todas las tardes, haga frío o queme el sol, y a tí no. Desespera que le importe bastante poco la imagen que pulula de ella porque tiene otras cosas más importantes en las que pensar..., cuando piensa.
Repatea que no conteste lo que no quiere contestar, no pregunte lo que no quiere saber y no escuche lo que no quiere oír.
Lo de sonreir es la gota que colma el esófago de la gente bien informada; es lo que hace que la envidia se les salga de la boca como vómito de virus gastrointestinal: disparada y al suelo. Ser feliz cabrea mucho a la gente que no lo es ni sabe serlo y, si sonríes, mucho más. 
Que se lo digan a Tania.

La gente piensa que el fuel es azabache y no muerte. Está convencida de que es un Prestige dotar de Prestige a los que lo dejaron romper y hundir a su suerte y la de los vientos. Por eso les dan medallas que son doradas, y no negras, para felicitarse y agradecerselo a los Padres Putativos desde lo más hondo del lecho marino. Ahora ya, y para siempre, lecho cobalto.

La gente es muy lista y no se le escapa ni una. “Cóntalle os pelos a un can”, a xentiña, meu Deus. Sabe perfectamente que los bohemios y los artistas son borrachos per se y además unos vagos porque no tienen horario ni desayunan Danacol por las mañanas; que los melancólicos somos maníaco-depresivos, se nos ve en la cara, amén de improductivos y poco fiables porque no le echamos tiempo ni ganas a eso de contrastar versiones para que todo cuadre, como en una peli de juicios, porque la vida no es una peli, ni de juicios, ni de ninguna otra cosa; que los homo-, bi-, trans-, y confuso-sexuales, unos pervertidos, digan lo que digan y expliquen lo que expliquen, ("Ah, ¿pero te estabas explicando? No te oí") y las niñas de colores que se amoratan al relente de la Casa de Campo, unas putas consumadas que además (seguro, yo lo sé de buena tinta negra de calamar) disfrutan muchísimo en su actividad profesional.
Todo eso es así y no se hable más. Es lo que dice la gente que, como el cliente de Corte Británico y la Gran Enciclopedia Larús, siempre tiene la razón.

La gente es imbécil. Un Nóbel mágico decía que “el corazón tiene más cuartos que una casa de putas”. Por eso los artistas viven en varias casas a la vez. A esta gente de corte Imperio y fachada engañosa nadie le ha explicado que a los frescos como Tania nadie les quita los soberbios pasos de baile que han dado, ampliamente sonrientes, en los mejores teatros del mundo; que a las menores sin mayores, neo-misses de parque urbano, ángeles de Machín -con maracas y sin gardenias para tí-, les importa tres cojones que el Pundonor o el Placer aparezcan en el diccionario -antes viene la H (de hambre), la M (de miedo) y la D (de Déjame en paz)- ; que los sexuales sin prefijo somos todos, aquí y en Pernambuco; que el petróleo es negro, escurridizo, pegajoso y huele mal y nunca será azabache ni se venderá en las praterías de la Praza das Praterias.

La gente es tan tonta, cuando es Gente y no personas, que nunca entenderán mis catarros permanentes de corazón y me seguirán recetando pastillas para el cerebro; regalando falsa bisuteria de fuel; citando a la RAE como a una Torah de guión barato; subiendo los alquileres de los muchos cuartos de mi víscera congestionada y llena de mocos.
De nuestro corazón débil y enfermo, perennemente acatarrado.

(Octubre, 2004)

3 comentarios:

la Condesa Descalza dijo...

conclusión: la gente es muy imbécil!!!!

Emilio dijo...

Yo creo que la gente es así en parte por que de hecho son así y en parte porque la sociedad, el mundo tal cual está, empuja a ser así.

Y aún así hay gente que sigue viviendo sin venda en los ojos, cuando sería más fácil...

isbl dijo...

el miedo es libre. y todos somos gente. por eso no se puede culpar a nadie. sólo enaltecer el coraje y el sentimiento moral individual de cada uno. que a veces, en algunas personas y en momentos puntuales, aparecen.
y esos momentos miden toda una vida.